martes, 14 de septiembre de 2010

El pasillo parece vacio, aunque la visión de la mirilla es muy limitada. No se oye nada, absolutamente nada. Pongo la mano en el pomo y abro muy despacio, no hay nadie. Avanzo despacio hacia la escalera. Subir o bajar, joder que hago ahora. Decido subir. En el rellano de la escalera hay una urna de cristal con un extintor y un hacha, joder que alegría me acabo de llevar. No se si romper el cristal, puede que el ruido atraiga a los putos zombies. No se qué hacer. Decido seguir hacia el pasillo. Llego al piso de arriba, una mirada de izquierda a derecha. A la izquierda, nada, a la derecha hay un cuerpo en el suelo, boca abajo, está inmóvil. Muy pegado a la pared avanzo. Cada vez que me acerco a una puerta, intento abrir procurando hacer el menor ruido posible. Estoy llegando a la altura del cadáver, está enfrente de una puerta. Pego mi espalda a la pared y con el pie, intento dar la vuelta al cuerpo para ver quién es, pero justo cuando meto mi pie bajo su pecho para girarlo, la mano me agarra el pie. El grito ha tenido que despertar a cualquiera que estuviera a un kilometro a la redonda. El Z abre su corrompida boca semidesdentada intentando desayunarse mi pie, con la otra pierna pateo su cabeza una y otra vez, pero el Z no tiene intención de renunciar a su comida. De pronto, mi espalda cede al abrirse la puerta y una mano me tapa la boca hasta casi dejarme sin respiración.

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