miércoles, 15 de septiembre de 2010

El dolor de cabeza es monumental, creo que me he desmayado. Ni siquiera puedo abrir los ojos. Oigo voces. De puta madre, los Zs no hablan. Poco a poco empiezo a moverme, joder tengo frío, hace un frío de pelotas. Abro los ojos poco a poco y distingo al menos tres siluetas. Discuten entre ellos. Por fin me incorporo.
-imbécil, has estado a punto de jodernos a todos –ladra uno de ellos.
-yo también me alegro de veros, gilipollas –le grito para dejar claro que no me da ningún miedo.
El más grande de ellos se agacha, me coge por la pechera y me sube dos metros, me sujeta como si fuera un bebe. – ¿ gilipollas ? te acabamos de salvar la vida, tío mierda. Abre la puerta –le insta al otro, que no da crédito a lo que está oyendo.
-¿ como ?
-que abras la puerta joder, a tomar por culo.
De repente veo que se abre la puerta y salgo lanzado como si fuera un papel hacia la papelera. Me estampo contra la pared de enfrente y oigo el portazo que hace que mi vida valga un pedo. Me levanto y aporreo la puerta.
-abrirme, hijos de puta, cabrones, no me dejéis aquí. Pero nadie me contesta, es como si se hubieran ido. De repente oigo un ruido. Me giro y le veo, al final del pasillo. Solo hay uno, avanza hacia mí con paso torpe, emite un sonido gutural, y la negruzca sangre le brota de la boca como si fuera un niño babeando. No sé qué hacer, joder…

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