jueves, 16 de septiembre de 2010

Apenas tenían comida, tampoco tenían armas.
-Si no conseguimos algo de comer, soy capaz de comerme a un puto muerto de los cojones –susurraba David, cada vez más nervioso.
Al contrario que en el piso en el que yo estaba, desde aquí se veía la calle. La vista era espeluznante, a lo lejos se veían columnas de humo en distintos puntos de la ciudad, hordas de zombies vagando sin rumbo por las calles. Era una imagen de desolación. Un hedor nauseabundo invadía todo, era el olor de la muerte y de la putrefacción.
Me fije en que había infinidad de coches, algunos volcados otros empotrados, incluso algunos estaban ardiendo. Tenía que encontrar un medio de transporte, si o si.
-A lo mejor te viene bien esto - dijo Manoli acercándome unos prismáticos
- Coño, claro- ¿ de dónde cojones los habéis sacado ? -dije mientras los cogía.
-Estaban aquí, en el piso –contesto Manoli
Me los colgué por el cuello y empecé a mirar el entorno. Aquellas cosas eran repugnantes, devoraban hasta los huesos. Había cientos de ellos por todos lados. A mi derecha estaba el hospital del Rey, a mi izquierda toda la ciudad. Conocía perfectamente la zona, y nervioso me puse a buscar algo que me vino de repente a la memoria. Vamos, vamos, tiene que estar ahí, lo recuerdo perfectamente. Donde coño estas. Ahí está. El puto concesionario HUMMER. De puta madre. Justo en la esquina con Isaac Peral, a doscientos metros de donde estábamos. Joder, no me lo podía creer. El escaparate estaba intacto, es verdad que desde aquí arriba no podía ver si había algún coche dentro, pero joder, siempre había alguno, he pasado por aquí mil veces y siempre había alguno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario